La historia de ALCINE, que alcanza este año su cincuenta aniversario, es un recorrido paralelo por la historia del cortometraje español. Aquello que prácticamente da origen el festival, su certamen de cortos, ha sido testigo del devenir de un formato que ha sobrevivido al margen de la industria, de las salas comerciales y, salvo honrosas excepciones, de la televisión. Por el festival han pasado cada año las nuevas generaciones de cineastas que han ido renovando nuestro cine, empujándolo hacia la modernidad, la digitalización y el nuevo milenio.
En este último medio siglo, el corto ha vivido varias muertes y resurrecciones, se le ha intentado domesticar, ha sido olvidado, reivindicado, menospreciado, y puesto en valor varias veces. Pero lo sorprendente del corto es que a pesar de todo, sigue ahí, con una fuerza inusual, con una producción sin precedentes y con unos márgenes de libertad y creatividad intactos.
De todo ello se hará eco este ciclo, de los momentos en los que el corto era obligatorio en salas —amparado por una ley que en realidad pretendía preservar el NO DO y que dejó al corto como una molesta e inevitable pieza previa al largo—, su casi desaparición cuando la ley deja de ampararle, su renacimiento en los noventa de la mano de un puñado de jóvenes cineastas con talento y desparpajo… Más tarde vendría el proceso de la digitalización, el boom de la producción, con la desaparición del 35mm y el abaratamiento de costes, los cortos de duración mínima pensados para Internet, etc. Hasta llegar a unos días en los que la diversidad ha roto los esquemas y en los que cada vez encontramos menos fronteras entre el corto de ficción, documental, de animación o experimentar.
El itinerario es apasionante y servirá para descubrir o redescubrir las primeras películas de grandes directores y directoras, un arsenal de 50 cortos para entender mejor el cine español, sus mutaciones, relevos generacionales y nuevas tendencias. Su visionado servirá para entender de dónde viene nuestro cine a partir de los setenta y, sobre todo, para vislumbrar nuevos caminos y ver hacia dónde se dirige. Y todo ello recuperando formatos ya casi olvidados, como el 35mm, volviendo a escuchar el ruido de proyector, bovinas y película pasando frente al haz de luz y conviviendo con las proyecciones digitales de última generación.